La cabina de teléfono era bastante pequeña, como para que aquél vampiro y ella cupieran, sin estar invadiendo sus espacios personales. Él estaba de lado de la puerta, y rió cuando no la dejó salir. Lo fulminó con la mirada.
- ¿Quién piensa en una cabina de teléfono en una calle cómo ésta cuando le dicen que piense en Londres? -se quejó ella.
- Éste lugar tiene un significado. -murmuró él más para sí que para ella.
- ¿Puedo salir? -Laurel trató de ser amable. Quid le dedicó una deslumbrante mirada, la cual ella mantuvo hasta que finalmente, pero sin dejar de mirarla, él se corrió un poco, pero lo suficiente para que ella saliera.
- ¿Cómo se llama ésto? -ella preguntó después de haber andado unos pasos, segura de que él la seguía.
- ¿Importa, en realidad? -él no esperaba respuesta, y ella no lo forzaría.
- En realidad....yo era un caza-vampiros. -confesó él en el café horas más tarde, cuándo ella preguntó su historia.- No había nada que me gustase más que acabar con ellos.
- ¿Por qué?
- El primer vampiro que maté fue cuando tenía 13 años, -continuó él ignorando su pregunta. Parecía recordar en lugar de hablarle a ella.- Ellos acabaron con mi familia, me dejaron sin madre cuando era un bebé, y sin padre a los trece. Los odié a todos, y me dediqué a acabar con ellos, hasta los 23....Pero me enamoré.
Laurel sabía el camino que la historia seguía.
>> Ella era hermosa, pequeña, dulce, delicada. Era una muñeca de ojos castaños. Pero tenía un secreto, uno que nunca me confesó, pero me mostró. -Quid siguió relatando.
- ¿Qué hiciste? -preguntó ella cuando él paró por unos segundos. Ésta vez pareció escucharla.
- La maté tan pronto como supe lo que me había hecho.
Se hizo silencio. Quid parecía ver más allá, y parecía no sentir. Laurel le miraba fijamente, tratando de encontrar por qué le encontraba tan perdidamente atractivo. Él pareció volver, y al percatarse de que ella le miraba, puso sus inexpresivos ojos en ella. Fríos como el hielo.
- Oh, no.
Por la puerta del café entró el mismo hombre que los había perseguido en la fiesta, al tiempo que todos los humanos dejaban de moverse y el reloj se paralizaba. El hombre de aspecto rudo y espalda ancha llegó a la mesa.
- Sí, fue duro dar con ustedes....pero, ¿se creyeron poder burlarse de mí? La segunda vez no tendrán tanta suerte.
Los vampiros tenían el don telepático de comunicarse con quienes quisieran. Si era con un humano, era imposible recibir respuesta, sin embargo tenían la certeza de que les llegaba el mensaje. Dependiendo del poder del vampiro -adquirido bebiendo sangre-, éste podía depositar el pensamiento en la cabeza del otro vampiro, y si tenía mucho poder, el pensamiento era secreto, pero si tenía poco poder, sería fácil para otro vampiro saber el mensaje. Si el vampiro era muy poderoso, podía mandar mensajes anónimos.
"Tienes que pensar en otro lugar, mientras me tocas." depositó Laurel en la mente de Quid.
- ¿Cómo lo hicieron? -siguió diciendo el vampiro.- ¿fue un talismán de bruja? Sea lo que fuera, no se reirán de mí, oh no!
- Apuesto a que has oído hablar de mí. -dijo Laurel, mientras le indicaba a Quid que ella le diría cuándo partir.
- Dime preciosa, ¿cuál es tu nombre? si he oído hablar de ti, debió haber sido por tu belleza, y jamás olvido el nombre de una mujer hermosa.
- Me llamo Laurel. -dijo ella con soltura. Él abrió los ojos como platos. - Y estoy segura que sabes quién soy, sin darte ninguna otra información. Ahora, ¿de cuántos amigos tuyos me he burlado? -preguntó.- De todos los que se han metido conmigo. -se respondió a sí misma.- ¿Qué te hace pensar que no será ésta vez?
Él se quedó sin habla.
- Así es, ahora, me gustaría platicar más contigo, y me gustó conocerte. Pero me quieres matar, y no es común en mi aplazar las cosas, por lo tanto me temo que mi escape será en este mismo momento.Agradece no haber muerto, pero no dudaré en matarte si te vuelves a aparecer en mi camino. Ten un buen día.
Miró a Quid, encontrándose con el hielo de su mirada. Él asintió, y pronto ambos estaban en una piscina publica, llena de gente.
- ¿Dónde estamos?
- Esto es un hotel de Luisiana. -Laurel lo miró con la pregunta en los ojos.- Estuve aquí la semana pasada.
- Ya. -respondió ella.- Pero.... míranos, pudo haber sido un lugar más adecuado. -dijo ella refiriéndose a sus atuendos.
- No pensé en eso, ¿sabes? porque el chico malo nos estaba amenazando, y tú estabas retándolo, y todo eso. -dijo él con sarcasmo, fulminándola con la mirada.
- Uhh! y hay demasiada luz. -Los vampiros podían estar fuera de día, que solo salieran de noche era un mito. Pero lo cierto es que el sol les molestaba los ojos, y les daba sed más rápido.- Aunque eso no es nada que yo no pueda solucionar. -dijo ella con una sonrisa. Había notado algunas miradas sobre ambos.- Ven aquí.
Se alejaron un poco, y fueron a la zona de los baños, donde no había nadie. Laurel tocó las ropas de Quid, que se transformaron rápidamente en un pantalón de baño, y lo mismo hizo con sus ropas. Un lindo bañador rosa fuerte que mostraba un cuerpo al que cualquier chica envidiaba. Quid le dedicó una fugaz mirada, que trajo una sonrisa que desapareció tan pronto como llegó. Aunque fue suficiente. Se quitó sus dos pendientes y los transformó en lujosos lentes de sol. Le pasó uno a él, y se puso los otros. Salieron del lugar como si fueran otros dos turistas.
- ¿Qué hacemos? -preguntó él.
- Fuiste tú quién me trajo a éste lugar en primer lugar. -Respondió ella hostil mientras caminaban junto a la piscina.
- Te daré una lección. -le dijo. Ella se limitó a enarcar una ceja, con una expresión burlona. Él la empujó, y sin necesitar de mucha fuerza (pues la tomó desprevenida) la tiró a la piscina.
Furiosa ella recibió su mano para ayudarla a salir. Luego cogió una toalla del cesto y se secó la cara y el cabello con agilidad. Él la esperaba con una sonrisa. Lo fulminó con la mirada y caminó dentro.
- Espero que tengas tu tarjeta de crédito contigo. -le dijo mientras llegaban a la recepción.
La mujer que los guío a las dos Suites que Laurel escogió parecida sorprendida viendo que no llevaron equipaje, y que dormirían en diferentes habitaciones. Laurel se encerró en la primera que la mujer mostró. No tenía pensado salir hasta la noche, cuando iría por comida. Lo primero que hizo fue llenar el enorme jacuzzi de la terraza, con todas las sales de baño y la espuma, a una temperatura sumamente alta. Se desvistió y se metió. Cerró los ojos e intentó relajarse. No se dio cuenta cuando Quid entró.
- ¿Qué...Cuánto tiempo llevas aquí? -preguntó irritada cuando sintió su presencia, sin abrir los ojos.
- Lo suficiente, creo yo. -dijo él. Ella abrió un ojo.
- ¿Lo suficiente para qué?
- Para descubrir lo atractiva que eres. -dijo mientras se metía del otro lado. Laurel ni se inmutó cuando él, después de haberse metido, se quitó su pantaloneta y la sacó del jacuzzi.
- ¿Qué piensas hacer más tarde? -le preguntó a ella.
- Pienso salir al casino y alimentarme. -dijo ella con naturalidad. - ¿Qué harás tú?
- Lo mismo, pero en el restaurante.
Ambos hablaron por un largo rato, incluso abrieron una botella de champaña. Se salieron cuando la espuma se había ido, y el sol se había ocultado. A Laurel no le importó que Quid la viera desnuda. Transformo una menta en una bata de toalla, y con ella se secó. Luego secó su cabello con el secador. Quid la contemplaba desde el jacuzzi. Transformó el biquini en un corto vestido morado. Se puso los mismos zapatos y trató de limpiarse el maquillaje. Salió al balcón donde Quid estaba desnudo apoyado en una baranda.
- ¿Tienes tu tarjeta de crédito? -preguntó Laurel contemplando su cuerpo.
- Esta en mi habitación. -respondió él sin siquiera girarse.
Su suite y la de Quid no tenían gran diferencia. Había una botella de vino abierta sobre una mesa, y junto a ella estaba la tarjeta de crédito. Laurel la tomó y salió para las tiendas.
Estaba lista. Había comprado maquillaje, ropa interior, una maleta, pijama y toneladas de ropa...Más accesorios y zapatos. Pensó que tal vez había sido demasiado, cuando se vio junto a uno de los empleados del hotel arrastrando un carrito lleno de bolsas. Muy tarde, se dijo sacando de su nuevo bolso su nueva billetera y metiendo en ella la tarjeta de crédito y la de la habitación.
Se arregló con un vestido de noche blanco que había comprado, y un maquillaje fuerte. Cerró la habitación y puso el letrero de "no molestar" en la manija, y con una sonrisa abandonó la habitación en busca de comida.
Lorenzo era un Argentino que estaba para unas conferencias de su trabajo. Era apuesto -como todos- tenía ojos color miel y cabello del mismo tono. Tenía unos 32 años, y estaba casado....Pero Laurel era tan hermosa.
- Oh dios. -murmuró él mientras tenían sexo. Se alejó de ella un poco y la hizo dejar de hacer lo que hacía.
- ¿Qué? -preguntó ella en su oído con un tono coqueto.
- Yo...no...suelo....ser así. -dijo él con placer, mientras Laurel volvía a lo suyo.
- Ya lo creo.
- Tú....eres....
Laurel lo besó apasionadamente. Él le devolvió el beso, y calló. Laurel le mordió el cuello. Él gimió de dolor.
- ¿Qué...? -Laurel empezó a beber. Estaba sobre él, y él no se movía.
- ¿Crees en vampiros? -preguntó ella antes de seguir bebiendo.
- Ahora sí. -respondió él aterrado.
- Eso está bien. Hay algunos que no creen ni cuando esto pasa. -siguió bebiendo.- ¿Tienes miedo?
- Mucho. -confesó él.- Y me duele bastante...¿te molestaría..?
- Morirás. -sentenció ella.
- ¿Qué rayos...?
Laurel succionó mas deprisa. La sangre se derramaba al rededor del cuerpo de Lorenzo, que estaba ya tan adolorido que no podía ni hablar.
- No debes tener miedo. Pasaras a mejor vida. -fue lo último que dijo Laurel antes de que muriera. Y no dejó de beber hasta que no tenía que beber. Lamió el cuerpo de Lorenzo, para que no quedara con sangre en ninguna otra parte. Luego lo tiró con fuerza al suelo, y se durmió satisfecha.
Roja como una rosa, Roja como la sangre.
jueves, 3 de marzo de 2011
domingo, 9 de enero de 2011
Capítulo 1.
David estaba en una esquina hablando con unos vampiros. Recordaban aquellas vacaciones en Las Vegas hace 15 años, cuando tenían 3 chicas cada noche.
- Woah. -exclamó uno, excitado en sus recuerdos.- Hay que repetirlo.
- Hagamos que sean cuatro chicas por noche, y estoy hecho. -Dijo otro, con una sonrisa placentera.
- Quiero una morena. -dijo el último, el más serio. Todos le miraron. - Quiero una stripper. -Todos estaban sonriendo.
- Yo quiero una rubia bisexual. -dijo David, integrándose en la conversación.- Para que nos acompañe su amiga.
Laurel entró al salón principal, y vio la excitación en algunos de los ojos que se giraron para contemplarla. Laurel les dedicó a todos una sonrisa insinuadora. Sabía que jugaba con fuego; los vampiros excitados eran bastante peligrosos. Pero a Laurel no le importaba, y esta noche se llevaría a un afortunado vampiro a la cama.
La mayoría de vampiros en el salón la reconocieron, y le sonrieron con respeto. Solo los vampiros novatos no habían oído hablar de ella, eso se arreglaría pronto.
- Laurel! -la llamó una voz masculina. La aludida se giró para ver a un chico con quién había dormido en Hawaii cerca de cinco años atrás, se abría paso entre toda la gente, con una sonrisa que le dejó a Laurel saber que le había proporcionado el mejor sexo de su vida. Laurel le esperó.
- Hola! -saludó él.- Estás hermosa.
- Hola. -respondió ella, mientras él tomaba su mano y la besaba.
- Perdimos el contacto. Me hubiera gustado saber de ti en estos últimos años. ¿Qué has hecho?
- No mucho, -dijo ella. La pérdida de contacto había sido intencional, pero a pesar de eso consideró la idea de acostarse con Jacques esa noche.- he viajado mucho, pero no he hecho gran cosa. ¿tú?
- Pues... Mi esposa murió. Fue asesinada por unos vampiros, no fue gran cosa. -dijo él, restándole importancia.- Así que he estado criando a mi hija, que cumplió quince años hace poco.
- Ya veo. -sonrió ella. Le importaba muy poco.
- Tal vez puedas darme tu teléfono, y así podré localizarte e invitarte a cenar prontamente.
- Oh, sí. -le dio el número.- Me muero por conocer tu cama. -si Jacques hubiera estado vivo, se habría sonrojado. Sonrió, no ocultaría sus intenciones. Laurel lo sabía.
- Tal vez podamos vernos al terminar el festín. -Le dijo.
- Sí, a lo mejor. - Fue entonces cuando Laurel vio a David, quién la miraba desde una esquina.- Debo irme, llámame.
Sin decir más Laurel se alejó. Se acercó a uno de los meseros, que tenían copas de lo que ellos pensaban que era vino. Laurel tomó una, y reparó en lo joven que era. "Pobre, no pasará de ésta noche."
- Buenas noches, Princesa.
- Hola, David. -dijo ella mientras le daba un sorbo a su copa.- Tu presencia me sorprende.
- Tu presencia me excita. -comentó él.- Sé que debería estar en Madrid, pero sabía que te encontraría acá, y no quería perder la oportunidad de verte.
- Oh. -dijo ella, mirando los ojos color miel de David.- Pues....-David le plantó un beso. Laurel se apartó lentamente, no quería que la besara, pero amaba sus besos. David lo sabía.
Le dio otro sorbo a su copa y se alejó de él, sin pronunciar palabra. David no la siguió. Laurel se acercó y se unió a la conversación sobre como los vampiros se habían infiltrado en todas partes del mundo humanos, pasando desapercibidos. Desde la mesa de en frente, había un chico sentado frente a otro vampiro. El chico tenía cabellos marrones y ojos grises, sin vida. Laurel nunca lo había visto antes. El chico la miraba, y le sostuvo la mirada. No sabía quién era Laurel. De saberlo, hubiera desviado su mirada. Laurel, por su parte, encontró sumamente atractivo a aquél chico.
David llegó entonces. Dedicó una de sus miradas, y se unió al grupo. Laurel, volvió a mirar al chico, que aún miraba sintiéndole. Laurel le devolvió la sonrisa, y decidió ir a su encuentro.
- Yo ya me iba. -Dijo el otro vampiro cuando Laurel se acerco, porque no habían más sillas. Se paró de la mesa y sin decirle nada a su acompañante se alejó. El chico a penas pareció notarlo. La miraba.
A continuación, el chico miró el puesto a su lado, como invitándola a sentar. Laurel lo miró, no había silla. Pero antes de que Laurel hiciera algo, una silla apareció. De la nada.
- ¿Tu poder es aparecer cosas? -preguntó sentándose.
- ¿Cuál es el tuyo? -fue su respuesta. Laurel le miró.
- Puedo convertir lo que toco, en lo que quiero. -dijo puntualmente.
- Algo como el mío, pero menos avanzado. - Laurel se sintió ofendida, y atraída.- Soy Quid.
- Me dicen Laurel. ¿Eres nuevo?
- Pues, sí.
- ¿Andas solo?
- También.
- Mmm. ¿Quién te transformo?
- ¿Conoces al que estaba ahí sentado con anterioridad? -respondió él aburrido.
- Creo haberlo visto...-trató de hacer memoria.- Bueno..y..¿Qu..?
- Ya basta de preguntas. -interrumpió él con tono autoritario. Ella calló.- ¿Quién eres?
- Ya te dije...Soy Laurel.
- No fue tu nombre lo que pregunté. -dijo muy serio, Laurel sonrió. Le gustaba esa actitud.
- Pues, fue lo que te respondí. -dijo ella encogiendose de hombros. Él enarcó una ceja.
- ¿De dónde vienes?
- Hotel. -la fulminó con la mirada.
- Soy de Rouen, Francia. -dijo ella finalmente.- No tengo hogar fijo, me dedico a viajar viendo lo que el mundo tiene para mi.
- Eso está bien. -dijo. Laurel lo miró indicándole que su información era para que él también dijera algo.- Yo vengo de Londres, vivo allá. Con...él. -parecía no querer decirle el nombre del vampiro que lo transformo. Laurel le sonrió coquetamente, a él pareció gustarle.
- Creo que iré por una copa. -dijo él medio dudoso- ¿Quieres?
Laurel lo miró enarcando una ceja. Él no entendió su mensaje, pero sostuvo la mirada. Al darse cuenta que no entendió, Laurel miró la mesa fijamente, tocó un pañuelo y se imaginó dos copas de sangre. Inmediatamente aparecieron y el pañuelo desapareció. Él sonrió, ella tomó una.
- Tal vez me guste tu estilo. -comentó él cuando ella había dejado la copa sobre la mesa.
- Y tal vez yo quiero saber más de ti. -dijo ella.
- Tal vez yo no quiero que sepas.
Laurel suspiró. No solía ser tan difícil sacarle información personal a alguien para ella. El chico se concentró mirándola, ella por su parte quería ver si había alguien a quien conocía. Su oído se agudizó.
Un cuervo enorme y negro a esas horas de la noche era muy poco común. A menos que... Laurel abrió los ojos como platos, y miró a su alrededor. Todo parecía estar tranquilo, pero ella sabía que algo pasaría. El cuervo se lo indicó. Rápidamente tomo a Quid de la mano, mientras alguna gente se acumulaba a un lado de la terraza. Empezaron los murmullos. Una copa cayó al suelo.
- Vamos, corre. -le susurró Laurel a Quid, y ambos hecharon a correr en dirección contraria al ruido.
Al llegar al borde, Laurel se subió al baranda, y Quid no dudó en hacer lo mismo. Se tomaron de las manos y Laurel saltó, haciéndolo caer también a él. El edificio era alto, y mientras caían Laurel se giró y vio como un hombre vestido todo de negro también saltaba. Los estaba siguiendo. Al girarse nuevamente, vio que abajo en la oscuridad había tres carros.
- Piensa en algo! -le dijo a Quid mientras le apretaba la mano. Él parecía no saber qué hacer.- ¡Piensa en Londres! -le dijo ella desesperada.
- Woah. -exclamó uno, excitado en sus recuerdos.- Hay que repetirlo.
- Hagamos que sean cuatro chicas por noche, y estoy hecho. -Dijo otro, con una sonrisa placentera.
- Quiero una morena. -dijo el último, el más serio. Todos le miraron. - Quiero una stripper. -Todos estaban sonriendo.
- Yo quiero una rubia bisexual. -dijo David, integrándose en la conversación.- Para que nos acompañe su amiga.
Laurel entró al salón principal, y vio la excitación en algunos de los ojos que se giraron para contemplarla. Laurel les dedicó a todos una sonrisa insinuadora. Sabía que jugaba con fuego; los vampiros excitados eran bastante peligrosos. Pero a Laurel no le importaba, y esta noche se llevaría a un afortunado vampiro a la cama.
La mayoría de vampiros en el salón la reconocieron, y le sonrieron con respeto. Solo los vampiros novatos no habían oído hablar de ella, eso se arreglaría pronto.
- Laurel! -la llamó una voz masculina. La aludida se giró para ver a un chico con quién había dormido en Hawaii cerca de cinco años atrás, se abría paso entre toda la gente, con una sonrisa que le dejó a Laurel saber que le había proporcionado el mejor sexo de su vida. Laurel le esperó.
- Hola! -saludó él.- Estás hermosa.
- Hola. -respondió ella, mientras él tomaba su mano y la besaba.
- Perdimos el contacto. Me hubiera gustado saber de ti en estos últimos años. ¿Qué has hecho?
- No mucho, -dijo ella. La pérdida de contacto había sido intencional, pero a pesar de eso consideró la idea de acostarse con Jacques esa noche.- he viajado mucho, pero no he hecho gran cosa. ¿tú?
- Pues... Mi esposa murió. Fue asesinada por unos vampiros, no fue gran cosa. -dijo él, restándole importancia.- Así que he estado criando a mi hija, que cumplió quince años hace poco.
- Ya veo. -sonrió ella. Le importaba muy poco.
- Tal vez puedas darme tu teléfono, y así podré localizarte e invitarte a cenar prontamente.
- Oh, sí. -le dio el número.- Me muero por conocer tu cama. -si Jacques hubiera estado vivo, se habría sonrojado. Sonrió, no ocultaría sus intenciones. Laurel lo sabía.
- Tal vez podamos vernos al terminar el festín. -Le dijo.
- Sí, a lo mejor. - Fue entonces cuando Laurel vio a David, quién la miraba desde una esquina.- Debo irme, llámame.
Sin decir más Laurel se alejó. Se acercó a uno de los meseros, que tenían copas de lo que ellos pensaban que era vino. Laurel tomó una, y reparó en lo joven que era. "Pobre, no pasará de ésta noche."
- Buenas noches, Princesa.
- Hola, David. -dijo ella mientras le daba un sorbo a su copa.- Tu presencia me sorprende.
- Tu presencia me excita. -comentó él.- Sé que debería estar en Madrid, pero sabía que te encontraría acá, y no quería perder la oportunidad de verte.
- Oh. -dijo ella, mirando los ojos color miel de David.- Pues....-David le plantó un beso. Laurel se apartó lentamente, no quería que la besara, pero amaba sus besos. David lo sabía.
Le dio otro sorbo a su copa y se alejó de él, sin pronunciar palabra. David no la siguió. Laurel se acercó y se unió a la conversación sobre como los vampiros se habían infiltrado en todas partes del mundo humanos, pasando desapercibidos. Desde la mesa de en frente, había un chico sentado frente a otro vampiro. El chico tenía cabellos marrones y ojos grises, sin vida. Laurel nunca lo había visto antes. El chico la miraba, y le sostuvo la mirada. No sabía quién era Laurel. De saberlo, hubiera desviado su mirada. Laurel, por su parte, encontró sumamente atractivo a aquél chico.
David llegó entonces. Dedicó una de sus miradas, y se unió al grupo. Laurel, volvió a mirar al chico, que aún miraba sintiéndole. Laurel le devolvió la sonrisa, y decidió ir a su encuentro.
- Yo ya me iba. -Dijo el otro vampiro cuando Laurel se acerco, porque no habían más sillas. Se paró de la mesa y sin decirle nada a su acompañante se alejó. El chico a penas pareció notarlo. La miraba.
A continuación, el chico miró el puesto a su lado, como invitándola a sentar. Laurel lo miró, no había silla. Pero antes de que Laurel hiciera algo, una silla apareció. De la nada.
- ¿Tu poder es aparecer cosas? -preguntó sentándose.
- ¿Cuál es el tuyo? -fue su respuesta. Laurel le miró.
- Puedo convertir lo que toco, en lo que quiero. -dijo puntualmente.
- Algo como el mío, pero menos avanzado. - Laurel se sintió ofendida, y atraída.- Soy Quid.
- Me dicen Laurel. ¿Eres nuevo?
- Pues, sí.
- ¿Andas solo?
- También.
- Mmm. ¿Quién te transformo?
- ¿Conoces al que estaba ahí sentado con anterioridad? -respondió él aburrido.
- Creo haberlo visto...-trató de hacer memoria.- Bueno..y..¿Qu..?
- Ya basta de preguntas. -interrumpió él con tono autoritario. Ella calló.- ¿Quién eres?
- Ya te dije...Soy Laurel.
- No fue tu nombre lo que pregunté. -dijo muy serio, Laurel sonrió. Le gustaba esa actitud.
- Pues, fue lo que te respondí. -dijo ella encogiendose de hombros. Él enarcó una ceja.
- ¿De dónde vienes?
- Hotel. -la fulminó con la mirada.
- Soy de Rouen, Francia. -dijo ella finalmente.- No tengo hogar fijo, me dedico a viajar viendo lo que el mundo tiene para mi.
- Eso está bien. -dijo. Laurel lo miró indicándole que su información era para que él también dijera algo.- Yo vengo de Londres, vivo allá. Con...él. -parecía no querer decirle el nombre del vampiro que lo transformo. Laurel le sonrió coquetamente, a él pareció gustarle.
- Creo que iré por una copa. -dijo él medio dudoso- ¿Quieres?
Laurel lo miró enarcando una ceja. Él no entendió su mensaje, pero sostuvo la mirada. Al darse cuenta que no entendió, Laurel miró la mesa fijamente, tocó un pañuelo y se imaginó dos copas de sangre. Inmediatamente aparecieron y el pañuelo desapareció. Él sonrió, ella tomó una.
- Tal vez me guste tu estilo. -comentó él cuando ella había dejado la copa sobre la mesa.
- Y tal vez yo quiero saber más de ti. -dijo ella.
- Tal vez yo no quiero que sepas.
Laurel suspiró. No solía ser tan difícil sacarle información personal a alguien para ella. El chico se concentró mirándola, ella por su parte quería ver si había alguien a quien conocía. Su oído se agudizó.
Un cuervo enorme y negro a esas horas de la noche era muy poco común. A menos que... Laurel abrió los ojos como platos, y miró a su alrededor. Todo parecía estar tranquilo, pero ella sabía que algo pasaría. El cuervo se lo indicó. Rápidamente tomo a Quid de la mano, mientras alguna gente se acumulaba a un lado de la terraza. Empezaron los murmullos. Una copa cayó al suelo.
- Vamos, corre. -le susurró Laurel a Quid, y ambos hecharon a correr en dirección contraria al ruido.
Al llegar al borde, Laurel se subió al baranda, y Quid no dudó en hacer lo mismo. Se tomaron de las manos y Laurel saltó, haciéndolo caer también a él. El edificio era alto, y mientras caían Laurel se giró y vio como un hombre vestido todo de negro también saltaba. Los estaba siguiendo. Al girarse nuevamente, vio que abajo en la oscuridad había tres carros.
- Piensa en algo! -le dijo a Quid mientras le apretaba la mano. Él parecía no saber qué hacer.- ¡Piensa en Londres! -le dijo ella desesperada.
viernes, 17 de diciembre de 2010
Prefacio
Laurel Black terminó de maquillarse frente al tocador de la suite en donde estaba hospedada. Sentía ese hormigueo en la garganta que sentían todos los de su clase cuando necesitaban alimentarse. Cuando tenían sed.
Laurel era una vampiro, y no cualquier vampiro. Hija de Louis Black, uno de los 15 vampiros más sanguinarios e importantes que hubo nunca. Laurel había sido su única hija, el otro había sido un varón. Louis había sido un hombre de mujeres, para él había siete mujeres por semana. Todas diferentes. Hasta que conoció a Amelia. Y todo cambió, porque se enamoró. Amelia era una humana, Louis se alimentaba de ella, pero siempre se contenía para que ella tuviera la sangre suficiente para vivir. Amelia quedó embarazada...y fue el primer embarazo que hubo nunca, entre un humano y un vampiro, porque lo que se acostumbraba entonces era transformar a la pareja en vampiro, si esque ya no lo era. Amelia le dio nacimiento a Froid, y un año después nació Laurel.
Louis mató a Amelia poco tiempo después, porque ésta ya no tenía fuerzas suficientes para seguir viviendo. Louis bebió su sangre, mientras le hacía el amor. Pero antes Louis se encargó de que Amelia creyera que no había nada mejor que la muerte, ella deseó morir.
Laurel y Froid habían tomado caminos separados hacía ya bastante. Louis los había abandonado cuando Froid tenía nueve, y ella ocho años. Nunca se habían vuelto a ver. Laurel por su parte había crecido sola. Se había criado sola, y se había convertido en el monstruo que ahora era, sola. Su padre se encargaba de hacerle llegar dinero, aunque era obvio que no lo necesitaba. Laurel podía convertir lo que tocaba en otra cosa con solo desearlo, aunque cualquier otra persona hubiera dicho que su poder era el de la seducción. Como todos los 19 vampiros que había como ella -eran tan pocos porque en los tiempos modernos se acecinaba a todo aquél que no fuera hijo de dos vampiros-, había crecido, y había parado de hacerlo cuando había querido. Aún podía cambiar de edad cada que se le antojara. -cosa que los vampiros normales (sin bastante poder) no podían hacer.
Laurel tenía la edad fisica de 21 años en este momento, aunque tenía la edad mental (y vivida) de más de tres siglos. Se había adaptado perfectamente a los cambios. Había crecido teniendo todo lo que quería. Laurel era hermosa. Y era también una vampiro bastante peligrosa, una vampiro temida por otros vampiros bastante poderosos, una vampiro que podía consumir la sangre de una virgen dos veces al año, en lugar de una, y una vampiro famosa por poder seducir a cualquiera. Incluso aunque cualquiera se tratase de un hombre casado, bastante leal a su esposa.
Ese día Laurel iba en camino a un festín que organizaba cualquier otro vampiro, para que los vampiros conocieran a otros. No es que a Laurel no la invitaran a fiestas, solía estar muy ocupada como para deleitar a los otros con su presencia.
Antes de irse, Laurel se puso labial rojo en los labios, mientras por el espejo le hechaba una mirada al cuerpo sin vida de un hombre de 27 años, desnudo y muy guapo que yacía sobre su cama. Se preguntaba por qué entre más bebía sangre, más sed sentía.
Laurel había hecho eso desde que había cumplido los 16 años de vida. Había seducido a su presa, la había llevado a su cama, y justo mientras tenían sexo, Laurel los había matado. A todos y cada uno de ellos. Ninguno había salido con vida. Y todo había sido por un error que Laurel había pretendido haber olvidado, pero que nunca lo haría.
La muerte de Petter.
Petter era un humano de 19, cuando Laurel tenía 16. Laurel había estado enamorada de él, él habría entregado su vida por ella. Pero el mundo de Laurel tenía reglas, y por el bien de ambos ella había mantenido en secreto su vampirismo. Él jamás lo había sospechado.
El día de la muerte de Petter fue el día que Laurel jamás olvidaría, el día en que él había llegado a su casa más temprano de lo que habían quedado, y ella no había tenido tiempo de alimentarse.
Petter era bastante guapo -ojos negros como la noche, igual que su cabello.- Tenía cara de malo, y era sensual. Le había pedido a Laurel varias veces que hicieran el amor, y ella se había negado. Pero ese día había perdido el control cuando Petter llegó a su casa con un ramo de rosas rojas y una botella de champaña.
Laurel había bebido demasiado como para no negarse cuando él le quitó el vestido, cuando él contemplo cada una de las partes de su cuerpo, observandola detenidamente por un tiempo que a ella se le antojó muy largo. Después empezó a besarla, y Laurel no se aguantó las ganas. Petter sabía como hacerlo, y ella se dejó llevar por sus instintos...y se dejó llevar demasiado, porque en un momento de exitación Laurel lo mordió.
- Ahh! -se quejó él llevandose la mano al cuello, donde ella le había mordido. Laurel rió cuando él notó la sangre. Él siguió besandola. La sangre del cuello de Petter se derramó manchando las sabanas blancas de Laurel, manchandola incluso a ella. Por su naturaleza, Laurel no podría tener control en un momento así, además estaba tomada y no había bebido sangre en dos días...y no se controló.
Había amanecido al día siguiente desnuda, junto al cadaver del único ser al que había amado.
Y desde eso Laurel era perversa. Y desde eso tenía la costumbre de no dejar vivo a ningún ser con el que tenía sexo, a menos de que fuera vampiro de su agrado.
Hoy Laurel caminaba en tacones de 15 centimetros negros, vestida con un muy corto vestido negro que apenas dejaba algo a la imaginación, con las uñas rojas. Rojo sangre. Hermosa, como siempre. Antes de irse dejó marcados un beso con el labial en la mejilla del chico que había matado. Sonrió y salió de la habitación.
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Sí damas y caballeros, un nueva historia . Y sí, tambien de vampiros. "predecible" pensarán ustedes. Pero eso es porque aún no saben nada sobre la historia. Será todo menos predecible. Espero que sea de su agrado. La historia no siempre estará contada en tercer punto de vista. ¡Cuento con su apollo y sus comentarios!
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