jueves, 3 de marzo de 2011

Capitulo 2

La cabina de teléfono era bastante pequeña, como para que aquél vampiro y ella cupieran, sin estar invadiendo sus espacios personales. Él estaba de lado de la puerta, y rió cuando no la dejó salir. Lo fulminó con la mirada.

- ¿Quién piensa en una cabina de teléfono en una calle cómo ésta cuando le dicen que piense en Londres? -se quejó ella.
- Éste lugar tiene un significado. -murmuró él más para sí que para ella.
- ¿Puedo salir? -Laurel trató de ser amable. Quid le dedicó una deslumbrante mirada, la cual ella mantuvo hasta que finalmente, pero sin dejar de mirarla, él se corrió un poco, pero lo suficiente para que ella saliera.
- ¿Cómo se llama ésto? -ella preguntó después de haber andado unos pasos, segura de que él la seguía.
- ¿Importa, en realidad? -él no esperaba respuesta, y ella no lo forzaría.

- En realidad....yo era un caza-vampiros. -confesó él en el café horas más tarde, cuándo ella preguntó su historia.- No había nada que me gustase más que acabar con ellos.
- ¿Por qué?
- El primer vampiro que maté fue cuando tenía 13 años, -continuó él ignorando su pregunta. Parecía recordar en lugar de hablarle a ella.- Ellos acabaron con mi familia, me dejaron sin madre cuando era un bebé, y sin padre a los trece. Los odié a todos, y me dediqué a acabar con ellos, hasta los 23....Pero me enamoré.

Laurel sabía el camino que la historia seguía.

>> Ella era hermosa, pequeña, dulce, delicada. Era una muñeca de ojos castaños. Pero tenía un secreto, uno que nunca me confesó, pero me mostró. -Quid siguió relatando.

- ¿Qué hiciste? -preguntó ella cuando él paró por unos segundos. Ésta vez pareció escucharla.
- La maté tan pronto como supe lo que me había hecho.

Se hizo silencio. Quid parecía ver más allá, y parecía no sentir. Laurel le miraba fijamente, tratando de encontrar por qué le encontraba tan perdidamente atractivo. Él pareció volver, y al percatarse de que ella le miraba, puso sus inexpresivos ojos en ella. Fríos como el hielo.

- Oh, no.

Por la puerta del café entró el mismo hombre que los había perseguido en la fiesta, al tiempo que todos los humanos dejaban de moverse y el reloj se paralizaba. El hombre de aspecto rudo y espalda ancha llegó a la mesa.

- Sí, fue duro dar con ustedes....pero, ¿se creyeron poder burlarse de mí? La segunda vez no tendrán tanta suerte.

Los vampiros tenían el don telepático de comunicarse con quienes quisieran. Si era con un humano, era imposible recibir respuesta, sin embargo tenían la certeza de que les llegaba el mensaje. Dependiendo del poder del vampiro -adquirido bebiendo sangre-, éste podía depositar el pensamiento en la cabeza del otro vampiro, y si tenía mucho poder, el pensamiento era secreto, pero si tenía poco poder, sería fácil para otro vampiro saber el mensaje. Si el vampiro era muy poderoso, podía mandar mensajes anónimos.

"Tienes que pensar en otro lugar, mientras me tocas." depositó Laurel en la mente de Quid.

- ¿Cómo lo hicieron? -siguió diciendo el vampiro.- ¿fue un talismán de bruja? Sea lo que fuera, no se reirán de mí, oh no!
- Apuesto a que has oído hablar de mí. -dijo Laurel, mientras le indicaba a Quid que ella le diría cuándo partir.
- Dime preciosa, ¿cuál es tu nombre? si he oído hablar de ti, debió haber sido por tu belleza, y jamás olvido el nombre de una mujer hermosa.
- Me llamo Laurel. -dijo ella con soltura. Él abrió los ojos como platos. - Y estoy segura que sabes quién soy, sin darte ninguna otra información. Ahora, ¿de cuántos amigos tuyos me he burlado? -preguntó.- De todos los que se han metido conmigo. -se respondió a sí misma.- ¿Qué te hace pensar que no será ésta vez?

Él se quedó sin habla.
- Así es, ahora, me gustaría platicar más contigo, y me gustó conocerte. Pero me quieres matar, y no es común en mi aplazar las cosas, por lo tanto me temo que mi escape será en este mismo momento.Agradece no haber muerto, pero no dudaré en matarte si te vuelves a aparecer en mi camino. Ten un buen día.

Miró a Quid, encontrándose con el hielo de su mirada. Él asintió, y pronto ambos estaban en una piscina publica, llena de gente.

- ¿Dónde estamos?
- Esto es un hotel de Luisiana. -Laurel lo miró con la pregunta en los ojos.- Estuve aquí la semana pasada.
- Ya. -respondió ella.- Pero.... míranos, pudo haber sido un lugar más adecuado. -dijo ella refiriéndose a sus atuendos.
- No pensé en eso, ¿sabes? porque el chico malo nos estaba amenazando, y tú estabas retándolo, y todo eso. -dijo él con sarcasmo, fulminándola con la mirada.
- Uhh! y hay demasiada luz. -Los vampiros podían estar fuera de día, que solo salieran de noche era un mito. Pero lo cierto es que el sol les molestaba los ojos, y les daba sed más rápido.- Aunque eso no es nada que yo no pueda solucionar. -dijo ella con una sonrisa. Había notado algunas miradas sobre ambos.- Ven aquí.

Se alejaron un poco, y fueron a la zona de los baños, donde no había nadie. Laurel tocó las ropas de Quid, que se transformaron rápidamente en un pantalón de baño, y lo mismo hizo con sus ropas. Un lindo bañador rosa fuerte que mostraba un cuerpo al que cualquier chica envidiaba. Quid le dedicó una fugaz mirada, que trajo una sonrisa que desapareció tan pronto como llegó. Aunque fue suficiente. Se quitó sus dos pendientes y los transformó en lujosos lentes de sol. Le pasó uno a él, y se puso los otros. Salieron del lugar como si fueran otros dos turistas.

- ¿Qué hacemos? -preguntó él.
- Fuiste tú quién me trajo a éste lugar en primer lugar. -Respondió ella hostil mientras caminaban junto a la piscina.
- Te daré una lección. -le dijo. Ella se limitó a enarcar una ceja, con una expresión burlona. Él la empujó, y sin necesitar de mucha fuerza (pues la tomó desprevenida) la tiró a la piscina.

Furiosa ella recibió su mano para ayudarla a salir. Luego cogió una toalla del cesto y se secó la cara y el cabello con agilidad. Él la esperaba con una sonrisa. Lo fulminó con la mirada y caminó dentro.

- Espero que tengas tu tarjeta de crédito contigo. -le dijo mientras llegaban a la recepción.

La mujer que los guío a las dos Suites que Laurel escogió parecida sorprendida viendo que no llevaron equipaje, y que dormirían en diferentes habitaciones. Laurel se encerró en la primera que la mujer mostró. No tenía pensado salir hasta la noche, cuando iría por comida. Lo primero que hizo fue llenar el enorme jacuzzi de la terraza, con todas las sales de baño y la espuma, a una temperatura sumamente alta. Se desvistió y se metió. Cerró los ojos e intentó relajarse. No se dio cuenta cuando Quid entró.

- ¿Qué...Cuánto tiempo llevas aquí? -preguntó irritada cuando sintió su presencia, sin abrir los ojos.
- Lo suficiente, creo yo. -dijo él. Ella abrió un ojo.
- ¿Lo suficiente para qué?
- Para descubrir lo atractiva que eres. -dijo mientras se metía del otro lado. Laurel ni se inmutó cuando él, después de haberse metido, se quitó su pantaloneta y la sacó del jacuzzi.

- ¿Qué piensas hacer más tarde? -le preguntó a ella.
- Pienso salir al casino y alimentarme. -dijo ella con naturalidad. - ¿Qué harás tú?
- Lo mismo, pero en el restaurante.

Ambos hablaron por un largo rato, incluso abrieron una botella de champaña. Se salieron cuando la espuma se había ido, y el sol se había ocultado. A Laurel no le importó que Quid la viera desnuda. Transformo una menta en una bata de toalla, y con ella se secó. Luego secó su cabello con el secador. Quid la contemplaba desde el jacuzzi. Transformó el biquini en un corto vestido morado. Se puso los mismos zapatos y trató de limpiarse el maquillaje. Salió al balcón donde Quid estaba desnudo apoyado en una baranda.

- ¿Tienes tu tarjeta de crédito? -preguntó Laurel contemplando su cuerpo.
- Esta en mi habitación. -respondió él sin siquiera girarse.

Su suite y la de Quid no tenían gran diferencia. Había una botella de vino abierta sobre una mesa, y junto a ella estaba la tarjeta de crédito. Laurel la tomó y salió para las tiendas.



Estaba lista. Había comprado maquillaje, ropa interior, una maleta, pijama y toneladas de ropa...Más accesorios y zapatos. Pensó que tal vez había sido demasiado, cuando se vio junto a uno de los empleados del hotel arrastrando un carrito lleno de bolsas. Muy tarde, se dijo sacando de su nuevo bolso su nueva billetera y metiendo en ella la tarjeta de crédito y la de la habitación.

Se arregló con un vestido de noche blanco que había comprado, y un maquillaje fuerte. Cerró la habitación y puso el letrero de "no molestar" en la manija, y con una sonrisa abandonó la habitación en busca de comida.

Lorenzo era un Argentino que estaba para unas conferencias de su trabajo. Era apuesto -como todos- tenía ojos color miel y cabello del mismo tono. Tenía unos 32 años, y estaba casado....Pero Laurel era tan hermosa.

- Oh dios. -murmuró él mientras tenían sexo. Se alejó de ella un poco y la hizo dejar de hacer lo que hacía.
- ¿Qué? -preguntó ella en su oído con un tono coqueto.
- Yo...no...suelo....ser así. -dijo él con placer, mientras Laurel volvía a lo suyo.
- Ya lo creo.
- Tú....eres....

Laurel lo besó apasionadamente. Él le devolvió el beso, y calló. Laurel le mordió el cuello. Él gimió de dolor.

- ¿Qué...? -Laurel empezó a beber. Estaba sobre él, y él no se movía.
- ¿Crees en vampiros? -preguntó ella antes de seguir bebiendo.
- Ahora sí. -respondió él aterrado.
- Eso está bien. Hay algunos que no creen ni cuando esto pasa. -siguió bebiendo.- ¿Tienes miedo?
- Mucho. -confesó él.- Y me duele bastante...¿te molestaría..?
- Morirás. -sentenció ella.
- ¿Qué rayos...?

Laurel succionó mas deprisa. La sangre se derramaba al rededor del cuerpo de Lorenzo, que estaba ya tan adolorido que no podía ni hablar.

- No debes tener miedo. Pasaras a mejor vida. -fue lo último que dijo Laurel antes de que muriera. Y no dejó de beber hasta que no tenía que beber. Lamió el cuerpo de Lorenzo, para que no quedara con sangre en ninguna otra parte. Luego lo tiró con fuerza al suelo, y se durmió satisfecha.

2 comentarios:

  1. Esperaba mucho el siguiente capitulo, y me ha encantado!
    Publica pronto!

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  2. Ame tu historia, es genial... de verdad! Me parece sumamente interesante, por lo tanto espero que continues posteando!
    Saludos :)

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